miércoles, 8 de abril de 2009

El Viernes Santo es el día de la pasión y muerte del Señor. Es también día de ayuno como signo exterior de nuestra participación en su sacrificio.
En este día no hay celebración eucarística, pero tenemos la acción litúrgica después de medio día para conmemorar la pasión y la muerte de Cristo. Cristo se manifiesta como el Siervo de Dios anunciado por los profetas, el Cordero que se sacrifica por la salvación de todos.
El viacrusis es el camino de la cruz, el recorrido que hace Jesús coronado de espinas, cargando el madero donde será inmolado, hacia la cima del monte del Calvario. En ese recorrido Jesús recibe los azotes e insultos de los guardias,
cae exhausto en tres ocasiones y vive además el inmenso dolor de su madre, María, y de María Magdalena. Las catorce estaciones del viacrusis simbolizan para los cristianos el camino de dolor que lleva a la resurrección del espíritu.
El Sábado Santo es el día de la sepultura de Jesús y de su descenso al lugar de los muertos, es decir, de su extremo anonadamiento para liberar a los que moraban en el reino de la muerte.
Este es el día de espera litúrgica por excelencia, de espera silenciosa junto al sepulcro: el altar está desnudo, las luces apagadas; pero se respira un ambiente de fervorosa espera
La Resurrección de Jesús es un hecho histórico, cuyas pruebas son el sepulcro vacío y las numerosas apariciones de Jesucristo a sus apóstoles.
Cuando celebramos la Resurrección de Cristo, estamos celebrando también nuestra propia liberación. Celebramos la derrota del pecado y de la muerte.
El Domingo de Resurrección o de Pascua es la fiesta más importante para todos los católicos.
Cristo triunfó sobre la muerte y con esto nos abrió las puertas del Reino. En la Misa dominical se enciende el Cirio Pascual que representa la luz de Cristo resucitado y que permanecerá prendido hasta el día de la Ascensión.
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